sábado, 6 de septiembre de 2008

“Emm… ¿qué te iba a decir?”

Cada tanto la vida nos plantea situaciones incómodas. Son instantes que se tornan eternos. Esas situaciones tienen como aliado a un fenómeno que busca atentar contra el diálogo humano, conocido como “silencio”, y que vuelve insoportable, la charla entre personas. Estos breves momentos, ponen a prueba nuestro poder social y comunicativo. Uno está constantemente pensando que es lo que puede decir, dependiendo de la situación en la que este inmerso.

En distintas oportunidades uno ya sabe que va a enfrentarse con situaciones incómodas, razón por la cual, previamente, se suelen buscar las mejores formas para lograr salir airosos de esos momentos tan detestables. Pero el destino es así, si en él esta marcado un acontecimiento, dudo que le puedas escapar.

Si todavía no me entendiste, a continuación voy a ejemplificar las situaciones más comunes ampliando el concepto tratado en esta columna.

Ejemplo 1: “amor, mis viejos te quieren conocer”

Ya sea porque tenés que ir a visitar a tu pareja, o porque tus suegros te invitaron a comer… ¡estas condenado/a! En estas situaciones no solo interviene el silencio incómodo, sino también, la charla forzada. Este ejemplo está en el podio de los diálogos más temidos a lo largo de la historia del hombre.

Ejemplo 2: “¿a qué piso va?”

A menos que sea con una persona con la que tengas atracción física, todo lugar chico suscita situaciones incómodas (ascensores, taxis, etc.) Esos momentos nos generan la obligación de hablar, no importa el tema mientras se hable ¿por qué? Todavía estoy buscándome una buena respuesta.

Ejemplo 3: “el mío tiene conjuntivitis”
Las salas de espera no solo provocan más malestar del que uno tenía sino que, además, nos incitan a hablar con personas que no conocemos sobre asuntos que a nadie le importa. Lo que más odiaba cuando era chica, además de los cuellos con voladito en las camisas y vestidos, era ir al médico y que mi mamá se pusiera a hablar con otra madre comentando los malestares de sus respectivos hijos.

Ejemplo 4: “¿de qué era que trabajabas?”

La primera salida con una persona que conociste en un boliche, es solo para gente osada e intrépida. Me atrevo a decir que ni Indiana Jones se animaría a una aventura de tal magnitud. Son salidas que nunca se tiene idea que es lo que pueda surgir de ellas, y la falta de control es lo que más aterra.

Ejemplo 5: “¿Y… la “Facu” bien?”

Muchas veces nos encontramos en situaciones donde nos vemos rodeados de personas que compartimos muy pocas cosas, pero no da para hacerte el dolobu y seguir caminando. Estas personas suelen ser los parientes de…, amigos de…, compañeros de escuela (con quienes antes solo hablabas de “que forra que es la de Geografía”) y muchas veces nuestros propios parientes (sobre todo los que arrancan una conversación con “¿novio/a?”).

Ejemplo 6: “te escucho”

La psicología no solo ha logrado un progreso en la mente del hombre sino que, además lo mantiene, por un tiempo determinado, pensando: “ahora ¿qué le digo?”.

Ejemplo 7: “y, digo, por curiosidad… ¿seguís con tu novio/a?”

Es el típico ejemplo de las personas que no tienen miedo de “tirarse a la pileta”, si una les persona les gusta. En su vocabulario no este la palabra “derrape” y poseen el don de jamás quedarse callados, a menos que su lance sea rebotado de la manera más cruel posible. En esa situación se produce un silencio tan incómodo que apenas da lugar a reaccionar.

Situaciones incomodas hay, y en demasía. Uno solo debe acostumbrarse a convivir con ellas, aunque no sea una tarea para nada sencilla y grata. Lamento ser yo la que les informe que no hay mejor remedio para estas situaciones que la risa. ¡Señoras y señores, es lo que hay!

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