jueves, 15 de enero de 2009

Pero que cara... está la cebolla

La cara es la mejor herramienta que un hombre tiene para expresar sus emociones. Nuestro rostro es un “alcahuete” que expresa todo lo que no queremos decir. Hay momentos en los que se pasa de vivo y activa sus glándulas sudoríparas, provocando realismo en sus rasgos. Los gestos son el peor enemigo. Saben todo y nos les importa delatarnos.

Un actor es considerado bueno cuando posee el dominio de su rostro. Por eso, Karina Olga Jelinek no es buena actriz, siempre pone la misma cara de p… paquita de Xuxa (lo digo desde la más sana envidia). El perfil es nuestra carta de presentación ya que es la parte más visible del ser humano.

Cuando uno sale a bailar, los rostros forman parte de tu levante de esa noche. Por esta razón, recomiendo las fiestas de disfraces a la hora de conseguir pareja, resultados similares da un trabajo en la fuente de la Peatonal San Martín, disfrazado de Power Ranger.

Muchas veces, la cara actúa sin nuestro consentimiento. Lo peor de todo es que somos concientes que no podemos hacer nada al respecto. Por ejemplo, cuando se mantiene un “diálogo” con un bebé, siempre les hablamos como si fueran idiotas; sin embargo, nosotros parecemos más tontos aún por las caras que ponemos. Si a estos gestos se le agregan sonidos para complementar la cara, como “ajó ajó, Wiki Wiki, cucucu papu chichi”, por ahí un “¿onde ta el nene? … acá taaaa”. Lo único que logramos con esto es que los niños se rían, ya que piensan: “pobre boludo, y pensar que es más grande que yo”.

En otro ámbito, es imposible mantener los gestos mientras nos limpiamos la oreja con un hisopo. Nuestra cara refleja la fuerza y el placer que sentimos al hurgarnos. Las mujeres también somos criaturas que buscamos la sensualidad en todas las actividades que realizamos y maquillarnos forma parte de este tipo de actitudes.

Sin embargo, si prestamos atención, nos damos cuenta que el maquillaje menos sensual es el rimel. Cuando usamos este producto nuestra cara de boluda es impresionante. Mientras se arquean las pestañas de uno de los ojos, la boca permanece entreabierta con orientación hacia el ojo en el que se esté pintando.

No importa cuento trates de ocultarla, la cara con la que nacimos siempre va a seguirnos a todos lados. Por suerte tenemos una solución, la actitud con que llevemos semejante cara o gesto.

Malditos consejos

Todos tenemos un deseo interno de “ser como” o “tener características de”, impuesto por una sociedad superficial. Hasta la gente que se escuda bajo la frase “lo que importa es lo de adentro” desea, en lo más oculto de su ser, algo de lo que posee el otro. No existe persona que no envidie de lo que gozan los demás.

Un claro ejemplo de esta situación se muestra cuando “Juanse” canta a Marcela Kloosterboer, después que ella hiciera la publicidad de la crema para el pelo, diciéndole: “Yo quiero mi pelazo, ¿por qué no me lo das?”. Queda a la vista ese desesperado intento del cantante de los Ratones Paranoicos por tener la cabellera rubia de la modelo.

Muchas veces ese deseo se oculta bajo una actitud de rebeldía y negatividad. Luca Prodan forma parte de este grupo, ya que el siempre quiso ser rubio y de pelo largo, pasando horas en la peluquería. Se ve claramente en la canción “La rubia tarada”, donde cambia la envidia por la disconformidad.

También es muy común que el deseo se convierta en una actitud altanera. “Tita” Merello lo hace presente en su canción “Se dice de mi”. Allí, no solo demuestra soberbia sino que también adopta una actitud similar a la del líder de Sumo. Es decir, Tita y Luca tienen algo en común, la envidia.

El ser humano es un ser racional y caprichoso. Culo ve, culo quiere. Es una característica típica, tanto del hombre como de la mujer. Por lo general, se las acusa de envidiosas. Pero no es así, las mujeres damos una mirada objetiva sobre los rasgos de nuestras compañeras de género. A diferencia del homo, podemos distinguir defectos del sexo opuesto a pesar que nos sintamos atraídas. ¿Por qué? Simplemente porque tenemos terror a que las otras mujeres encuentren sus defectos antes que nosotras. Ejemplo:

Amiga: - Che, y ¿cómo es él?

Nosotras: - Petiso, regordete, tiene un lunar con pelo en el cuello, tiene una ceja más larga que la otra y se viste como si fuera daltónico, pero es un dulce.

¿Hay necesidad de defenestrar todo lo que nos gusta por miedo a que no sea aceptado por el resto? Cada vez resulta más difícil adoptar como propio lo que tenemos y lo que nos gusta. Esto es consecuencia de la sociedad en la que nos encontramos inmersos, donde nadie sabe quien impone los cánones de belleza. Sin embargo, nosotros tratamos de seguirlos al pie de la letra. Habría que hacerle caso a Charly García cuando dice: “Ey, bancate ese defecto, no es culpa tuya si la nariz no hace juego con tu cara. Y yo te digo ey, bancate ese defecto, aunque te operes las gomas nena seguirás siendo tu”; que hombre observador.

Bancate ese defecto

Todos tenemos un deseo interno de “ser como” o “tener características de”, impuesto por una sociedad superficial. Hasta la gente que se escuda bajo la frase “lo que importa es lo de adentro” desea, en lo más oculto de su ser, algo de lo que posee el otro. No existe persona que no envidie de lo que gozan los demás.

Un claro ejemplo de esta situación se muestra cuando “Juanse” canta a Marcela Kloosterboer, después que ella hiciera la publicidad de la crema para el pelo, diciéndole: “Yo quiero mi pelazo, ¿por qué no me lo das?”. Queda a la vista ese desesperado intento del cantante de los Ratones Paranoicos por tener la cabellera rubia de la modelo.

Muchas veces ese deseo se oculta bajo una actitud de rebeldía y negatividad. Luca Prodan forma parte de este grupo, ya que el siempre quiso ser rubio y de pelo largo, pasando horas en la peluquería. Se ve claramente en la canción “La rubia tarada”, donde cambia la envidia por la disconformidad.

También es muy común que el deseo se convierta en una actitud altanera. “Tita” Merello lo hace presente en su canción “Se dice de mi”. Allí, no solo demuestra soberbia sino que también adopta una actitud similar a la del líder de Sumo. Es decir, Tita y Luca tienen algo en común, la envidia.

El ser humano es un ser racional y caprichoso. Culo ve, culo quiere. Es una característica típica, tanto del hombre como de la mujer. Por lo general, se las acusa de envidiosas. Pero no es así, las mujeres damos una mirada objetiva sobre los rasgos de nuestras compañeras de género. A diferencia del homo, podemos distinguir defectos del sexo opuesto a pesar que nos sintamos atraídas. ¿Por qué? Simplemente porque tenemos terror a que las otras mujeres encuentren sus defectos antes que nosotras. Ejemplo:

Amiga: - Che, y ¿cómo es él?

Nosotras: - Petiso, regordete, tiene un lunar con pelo en el cuello, tiene una ceja más larga que la otra y se viste como si fuera daltónico, pero es un dulce.

¿Hay necesidad de defenestrar todo lo que nos gusta por miedo a que no sea aceptado por el resto? Cada vez resulta más difícil adoptar como propio lo que tenemos y lo que nos gusta. Esto es consecuencia de la sociedad en la que nos encontramos inmersos, donde nadie sabe quien impone los cánones de belleza. Sin embargo, nosotros tratamos de seguirlos al pie de la letra. Habría que hacerle caso a Charly García cuando dice: “Ey, bancate ese defecto, no es culpa tuya si la nariz no hace juego con tu cara. Y yo te digo ey, bancate ese defecto, aunque te operes las gomas nena seguirás siendo tu”; que hombre observador.

sábado, 18 de octubre de 2008

Y rasguña las piedras

Que linda es la Primavera. Uno se siente libre, enamoradizo y naturalista. Esta estación saca al “hippie” que llevamos adentro. Somos como los protagonistas de “Hair”, o, en su defecto, una copia de Paolo “el rockero”. Sentimos la necesidad de abrir las ventanas, sacar la ropa colorida que se encuentra en el fondo del ropero y exponernos a la natura.

Es típico que el día de la Primavera se lo pase en espacios abiertos. También que llueva, pero, por suerte, siempre hay amigos que tienen un plan “b” bajo la manga. Irse de campamento es un clásico de la estación. Son esas experiencias que todos hemos vivido, en mayor o menor medida. Esta actividad nos muestra la verdadera persona que tenemos al lado, es decir, cuando uno acampa los peores defectos de las personas surgen, por ejemplo:

-Limpiador/a compulsivo/a: Odian la tierra, el polvo y la arena que se acumula en sus objetos personales. Se la pasan limpiando el interior de la carpa, sabiendo que después de diez minutos se va a ensuciar de nuevo (porque si no hubiera tierra no sería un camping, sino una playa de estacionamiento). También son realmente “quisquillosos” con su aseo personal. Viven sintiéndose sucios, pero no se bañan porque las duchas les dan asco.

-Fóbico/a: Persona que le tiene terror a TODO. Miedo a los sapos, a las arañas, a la oscuridad, al vecino de carpa, al “loco de la ruta”, a la hamburguesa cruda, etc. Son realmente insoportables.

-“no me quieren creer”: frase que usan estas personas para justificar todas las cosas que llevan. Ejemplos “no me quieren creer, pero hay que llevar una zapatilla para la planchita”; “no me quieren creer, pero siempre se necesita un frigobar”.

-Caprichoso/a: El peor. Quiere que todos hagan lo que ellos necesitan. Si no se les da “pelota” ponen cara de culo y si les cumplís sus deseos, también, porque cambiaron nuevamente de idea. Son jodidos y hacen tu estadía insoportable.
-Hipocondríaco/a: Todo lo que comen, prueban o experimentan les produce reacciones físicas, les provoca dolor de cabeza o estómago. Cualquier herida se les “puede infectar”.

-Anti-naturaleza: odian sentarse en el pasto, detestan el viento, aborrecen el sol y, sobre todo, abominan el sonido de los pájaros a la mañana.

-Los músicos: Es bueno tener un músico en el grupo. Nos sirve de animación en las míticas fogatas o en una mateada. Lo malo es que pasado un día de campamento, lo único que te genera es rechazo. Solamente pensás en tirarle una piedra por la cabeza si vuelve a tocar “Rasguña las Piedras”, “Seminare”, o se cuelga con un solo técnico que nadie puede entender.

-Las madres: Controlan lo que comes y el factor solar que tenga tu crema. También cuidan que no pases frió y se preocupan si comes poco.

-Los de levante: donde enganchan a una persona de otra carpa que les gusta te dejan solo.

-Los fiaca: todo les da pereza, no cuentes con ellos ni para ir al baño.

La lista continúa, pero los que me faltan son los menos. Lamentablemente, todos estamos dentro de uno de esos grupos (o más). ¿Vos en cuál estas?

sábado, 27 de septiembre de 2008

Disculpe, ¿el baño?

“El país de nunca jamás” y “el reino del revés” nos sirven como ejemplos para demostrar la manera en que el hombre utiliza su imaginación, para conocer aquellos lugares fuera de su alcance. El baño de damas representa, para el sexo masculino, un mundo donde todo es posible. Cuando digo “todo es posible”, hago referencia a: actos lésbicos, luchas en tanga, guerra de tampones, bailes en el caño y miles de actividades más.

Cuando se es chico todo nos representa una gran aventura; el ingresar al baño del sexo opuesto significa ser el más valiente del grupo. Lo maravilloso es que, al nene le causa asombro la falta de mingitorios. Mientras que la nena se ve perturbada por la presencia de unos bidets colgados en la pared (traducción: mingitorios).

Hay dos visiones de baño muy distintas. Una mirada masculina y la otra femenina. Para el varón (niño, joven, adulto o anciano), el “toilet” representa una zona de descarga. Es decir, la única utilización que tiene un baño es la de satisfacer sus necesidades inmediatas evitando posibles desgracias. Mientras tanto, la mujer encuentra en el baño una zona de relax, charla y lectura (sí, también de descarga). Todos los componentes del baño son observados y debatidos. El color del mosaicos, la mugre, las escrituras en las puertas (“la Mari estuvo acá 29/10/1997”), la falta de papel higiénico, el olor a materia fecal; y así podría seguir eternamente.

Los hombres, diariamente, suelen demostrar su poder de sociabilizar con desconocidos, mientras halla una pelota de por medio. Sin embargo, ellos no tienen idea del “lazo” fraternal que el baño provoca entre las mujeres. Un ejemplo de esta alianza femenina es el acceder a sostenerle la puerta a una desconocida. Esta acción, en “el mundo G”, podría ser traducida como un acto de pura comprensión y amistad (por ahí exageré un poquito). La fila para el inodoro combina charlas, risas y criticas de despecho. Es una sensación similar a la terapia en grupo. Se plantea un problema (“¡QUIERO VOMITAR!”). Luego, el resto expresa sus opiniones y/o experiencias (“Odio cuando eso me pasa… antes vivía quebrando” ó “Che, ¡que alguien le sostenga el pelo!, ¡se lo va a ensuciar todo!”). Finalmente, cuando la afectada se retira del baño se realizan los comentarios correspondientes sobre la situación (“es obvio, esta chica no sabe tomar”).

Las mujeres vivimos tratando de entender porque el hombre ve las repeticiones de los partidos que ya vieron. Mientras ellos tratan de buscar el motivo por el cual el sexo femenino decide ir de a dos, o más, al baño. Sin embargo, como digna dama prefiero mantener el misterio y la intriga en la mente masculina. Lo que motiva a mi boca a permanecer cerrada, es la imaginación del hombre, ya que ésta es mucho (pero mucho) más pervertida y divertida que la realidad.

sábado, 6 de septiembre de 2008

“Emm… ¿qué te iba a decir?”

Cada tanto la vida nos plantea situaciones incómodas. Son instantes que se tornan eternos. Esas situaciones tienen como aliado a un fenómeno que busca atentar contra el diálogo humano, conocido como “silencio”, y que vuelve insoportable, la charla entre personas. Estos breves momentos, ponen a prueba nuestro poder social y comunicativo. Uno está constantemente pensando que es lo que puede decir, dependiendo de la situación en la que este inmerso.

En distintas oportunidades uno ya sabe que va a enfrentarse con situaciones incómodas, razón por la cual, previamente, se suelen buscar las mejores formas para lograr salir airosos de esos momentos tan detestables. Pero el destino es así, si en él esta marcado un acontecimiento, dudo que le puedas escapar.

Si todavía no me entendiste, a continuación voy a ejemplificar las situaciones más comunes ampliando el concepto tratado en esta columna.

Ejemplo 1: “amor, mis viejos te quieren conocer”

Ya sea porque tenés que ir a visitar a tu pareja, o porque tus suegros te invitaron a comer… ¡estas condenado/a! En estas situaciones no solo interviene el silencio incómodo, sino también, la charla forzada. Este ejemplo está en el podio de los diálogos más temidos a lo largo de la historia del hombre.

Ejemplo 2: “¿a qué piso va?”

A menos que sea con una persona con la que tengas atracción física, todo lugar chico suscita situaciones incómodas (ascensores, taxis, etc.) Esos momentos nos generan la obligación de hablar, no importa el tema mientras se hable ¿por qué? Todavía estoy buscándome una buena respuesta.

Ejemplo 3: “el mío tiene conjuntivitis”
Las salas de espera no solo provocan más malestar del que uno tenía sino que, además, nos incitan a hablar con personas que no conocemos sobre asuntos que a nadie le importa. Lo que más odiaba cuando era chica, además de los cuellos con voladito en las camisas y vestidos, era ir al médico y que mi mamá se pusiera a hablar con otra madre comentando los malestares de sus respectivos hijos.

Ejemplo 4: “¿de qué era que trabajabas?”

La primera salida con una persona que conociste en un boliche, es solo para gente osada e intrépida. Me atrevo a decir que ni Indiana Jones se animaría a una aventura de tal magnitud. Son salidas que nunca se tiene idea que es lo que pueda surgir de ellas, y la falta de control es lo que más aterra.

Ejemplo 5: “¿Y… la “Facu” bien?”

Muchas veces nos encontramos en situaciones donde nos vemos rodeados de personas que compartimos muy pocas cosas, pero no da para hacerte el dolobu y seguir caminando. Estas personas suelen ser los parientes de…, amigos de…, compañeros de escuela (con quienes antes solo hablabas de “que forra que es la de Geografía”) y muchas veces nuestros propios parientes (sobre todo los que arrancan una conversación con “¿novio/a?”).

Ejemplo 6: “te escucho”

La psicología no solo ha logrado un progreso en la mente del hombre sino que, además lo mantiene, por un tiempo determinado, pensando: “ahora ¿qué le digo?”.

Ejemplo 7: “y, digo, por curiosidad… ¿seguís con tu novio/a?”

Es el típico ejemplo de las personas que no tienen miedo de “tirarse a la pileta”, si una les persona les gusta. En su vocabulario no este la palabra “derrape” y poseen el don de jamás quedarse callados, a menos que su lance sea rebotado de la manera más cruel posible. En esa situación se produce un silencio tan incómodo que apenas da lugar a reaccionar.

Situaciones incomodas hay, y en demasía. Uno solo debe acostumbrarse a convivir con ellas, aunque no sea una tarea para nada sencilla y grata. Lamento ser yo la que les informe que no hay mejor remedio para estas situaciones que la risa. ¡Señoras y señores, es lo que hay!